lunes, 11 de enero de 2016

Ella.

Tan dulce.
Tan potente.
Tan irritante, tan tranquilizante.

Ella, tan dulce, tan bonita, tan áspera y fuerte a la vez.
Te hace sentir la persona más grande del mundo, o la más pequeña. La más afortunada, seguro.
Aparece y de repente la vida olvida a la muerte. La oscuridad se hace luz y la luz una negra e increíble oscuridad.
Golpes eléctricos por tus venas, impulsos nerviosos en tu cerebro.
Suaves caricias en el corazón.
Y en tus manos, su dulce y letal poder.

Ella, que tiene el poder de hacerte sentir, de llorar de felicidad, sonreír de tristeza. Tiene la certeza de ser vida, la mirada más penetrante que jamás verás.
La dificultad de caminar, y aún así, jamás te soltará la mano.
Te da retos, te empuja a avanzar.
Te hace sangrar vida por cada poro de tu piel.

Ella, que te inunda con su sintonía. Te deja que la acaricies, que la hagas vida. Que sientas su tacto y su olor.
Siempre resucita y mata a la vez.
Encontré mi norte, mi soporte.
'Tu inmensa maestría cuando no te conocía, cómo podía vivir sin percibir tu melodía.
Eres tú, mi suerte.
Eres tú, tan fuerte.
Eres tú, tú; tan diferente. Surges y de repente la vida olvida a la muerte'.

Ella, la más bonita de todas.
Ella, música.

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