martes, 5 de enero de 2016

¡Y qué vida!

Un cuerpo,
una mente,
un mundo,
una vida.
Hay tantos mundos y personas como seas capaz de observar; y más.
Quizás te fijes, quizás te dejen entrar, quizás los vivas, quizás sí; o quizás no.
Jamás cohibas a alguien, si en su realidad vive feliz, o simplemente en paz. La paz no está en un mundo azul, idílico o con rayos de sol. Con conseguir lo material, la irrealidad, lo estipulado.
Está en esos pequeños detalles que si la vida no te da, los buscas. En mojarte bajo una noche de lluvia, en escribir sosteniendo entre tus dedos una pluma, en poder expresarte a través de la música o el arte. Está en un beso de cariño, en una palabra cercana, en un abrazo cálido. Está en esa palabra que te hace ver que piensan en ti.
Está en una noche oscura, llena de diminutas estrellas.
A veces te pierdes, pero basta con que una persona de las indicadas te mire en el centro de tu pupila para sostenerte el alma y saber que a pesar de todo, no dejas de ser tú.
La que quiere brillar bajo una noche de lluvia con las diminutas estrellas, y las auroras en blanco y negro que crean la lluvia y el viento danzando a descompás.
¡Y qué danza!
Sencillamente brillante.
Casi tanto como el alma que se alimenta de música mediante escalofríos, mientras camina en una burbuja metálica que le absorbe del exterior, pero le deja sentir.
¡Y qué burbuja!
Rozar con el alma y brillar de fricción.

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