jueves, 23 de julio de 2015

Luces y sombras.

La belleza de una persona reside en su boca.
Una sonrisa, la puerta del alma. Una cara de niña, la puerta de la inocencia. Unos ojos brillantes, la entrada al universo.

La grandeza de una persona reside en su alma.
Más grande que el propio cuerpo, más allá siempre. Tan pura como inocente, dulce. Tan ansiosa por conocer, tan ansiosa por crecer.

Y yo me siento frente al mar, y miro las olas como vienen hacia mi, pero no llegan a tocarme.
Cómo se acercan, pero no me alcanzan.
Cómo se dirigen a mi, pero vuelven hacia atrás de nuevo.
Y las veo bailar solas preguntándome qué fuerza será la que las mueve, cuán fuerte es su alma para brillar, su grandeza y su pureza cristalina.

Y vuelvo a mirar hacia el mar, y ves dos almas ahí, a lo lejos.
Brillan por sí solas, el mar les hace la competencia.
Ocupan todo el espacio, brillan, sonríen; y son felices.
Ellas se acercan hacia mi, y me alcanzan. Ellas sí me alcanzan. Esas luces vienen hacia mi, me miran, me sonríen, me saludan con la mano burlamente insinuosas.
Y me desarman.
Quién no tiene alguna luz de la guarda, de repuesto, de esas de auto ayuda compulsiva.  De las que ves de lejos y te hacen sonreír, hasta en un momento te llegan a dar envidia, de la sana, de cómo brillan. De preguntarte si tú algún día llegarás a brillar como tus luces de la guarda.
¿No os ha pasado que de repente a una luz en tu vida, se le une otra, y brillan ciegamente? ¿Y que así, esa luz que le ayuda, esa  buena nueva luz sea una luz pura y nueva en vuestra vida? A mi me ha pasado, y son tan incandescentes que les hacen competencia al mismísimo firmamento.
Os juro que si me viese algún día así (me atrevo a decir de nuevo), me acordaré de estas luces, que me dieron un poquito de su brillo, y se los devolveré.
Y sé que no me lo van a pedir, las luces no lo piden, pero yo se lo administraré, y poquito a poco seguirán brillando tantísimo o más como el primer día.

Miradlas, vuelven a acercarse a mi, y me vuelven a mirar. Y me miran con sus ojos llenos de magia.
Van juntas, como la vida les depara, como el terciopelo las han unido.
Cómo la vida las ha enseñado a mantenerse en pie, cómo les ha dado golpes, más o menos sean. Y cada uno de ellos las han empujado un escalón más arriba, y han llegado. Ya lo creo que han llegado a la cima. Solas y juntas.
Y yo, en sus vidas.
Y sus manos en mi espalda, y las mías en las suyas.

Las veo y quiero quedarme a vivir en ese brillo.

Las veré alejarse, y sabrán que a cada hombro, llevan mi mano, caminando. Porque una era mi familia, pero la otra.. La otra ha conseguido con creces ganárselo.
Las quiero.