jueves, 28 de abril de 2016

Guerrera.

Las luchas son duras, y las guerras largas.
"Ya estoy harto de esta guerra".
A veces puedes asomarte a los ojos de alguien, y querer huir de su batalla. Ojos color tierra.
Otras, decides quedarte, y batallar. Hacer de reina y dominar una guerra. Darla por terminada.
Ese es el paso más duro, el fin de una guerra. El rastro de destrozo, dolor, imágenes y duras memorias.
Solo los corazones fuertes son capaces de transformar una guerra en heridas, y a suerte cicatrices.
No esperar que te ofrezcan una bandera blanca, y fabricarla tú, con tiempo.

Es fácil curar las heridas de la piel, puesto que se regeneran con el viento. Pero, ¿las del alma? ¿Las del corazón? Ahí no llega el viento, ni el oxígeno.
Paciencia.

Por eso, siempre agradezco cada soplo de aire fresco que me traen algunas almas. Luz o aire fresco; calor para su soledad u oxígeno para su superficie.

Cuida de cada una de tus heridas, pero deja de hurgar, y usa las manos para avanzar. Dale la mano a la persona que tienes a tu lado,
y camina.