sábado, 23 de septiembre de 2017

Buenos días, vida.

Buenos días, mundo. Eso es lo que digo al amanecer, contigo.
Solo necesito ver tu luz para saber que el día comienza y acaba de la misma forma, con ganas.
Y todo eso deja al descubierto tus mil virtudes a (mis) ojos imperfectos para poder disfrutarlas, con caricias.

Siempre pensé que los atardeceres eran el punto clave del día, pero ahora cada segundo es un punto clave. Y digo segundo como si dijese día, porque eso son, segundos.
Las historias están para crearlas, para vivirlas, para disfrutarlas sin planear. Sin planear la vida se vive mucho mejor; y mira que planear o atar todos los cabos es nuestra especialidad particular.
Pero eso fue, un huracán que no se esperaba y que no se pudo planear; la naturaleza no se puede controlar. Que el viento no se puede abrazar, dicen los que no se han parado a mirarte; pero es mentira, no saben hacerlo. [Quizás buscar el verano en un invierno no resultó ser lo esperado], pero desear un invierno en este verano está resultando ser la vida, la felicidad y la clave.
Ahora soy lo contrario a lo que fui, ahora sé qué hay dentro y aún así también sé y haré por ser feliz con lo que quiero. En resumen, querré tu luz hasta quedarme ciega aún con visión y el tacto se vuelva tan fino que en cada surco suave de esa piel rayada se lean versos. Los de tu interior. Los que se evaporan por cada poro de tu escudo.
Tu personal mirada y tu particular forma de pensar, la forma de agarrar con movimiento repetido e inconsciente, cada caricia suave y tacto áspero, cada línea de balizamiento de tu cuerpo, cada abrazo superior, las sonrisas desde que sin contar, ya contaban. Tu persona bajo la piel, con esa me quedo.
Ni la sonrisa más triste ( :C ) ni las lágrimas más risueñas (😴) habían sido hasta ahora tan "paz" como lo son.
Paz, calor, luz y libertad. Las cuatro plantas que escojo yo, junto con ese "hábito de ti".

Sé lo que no quiero, ahora estoy a salvo.

domingo, 28 de mayo de 2017

Pequeño gran placer.

¿Os habéis planteado alguna vez cuáles son los pequeños placeres de la vida?
Sí, ver una puesta de sol, contemplar el mar, el primer baño del año, tu comida favorita, alguna pequeña sorpresa, algún pequeño detalle, hacer regalos, abrazar, besar, ir al cine, reír hasta llorar, ver a alguien que hacía tiempo no veías, una llamada, un mensaje, una sonrisa, mirar la Luna, las estrellas en verano, ir a la playa en invierno, escuchar tu canción favorita a todo volumen, conducir, hablar sin abrir la boca, dormir con ese alguien, hacer una foto perfecta...
Yo tengo muy claro cual es el mío por excelencia, el que se suma como principal a todo lo anterior y alguno que se quede por detrás. Ese que te marca la diferencia como persona, que de uno entre tantos, de "pequeño", pasa a ser inmenso.
Hablo de dejar huella.
Hablo de dejar marca sin dañar o pretenderlo, nadie es perfecto.
Hablo de hacerte sitio en la vida de los demás.

Hablo de ser únicos.

Sobretodo, hablo de ese momento en el que te das cuenta de cuán importante eres o has sido en la vida de alguien. Y quizás no necesariamente importante, sino impactante, sutilmente impactante.
Hablo de ver tu rastro tras los ojos de esa persona, de que ellos lo entrelacen con sus caminos, y lo hagan suyo.

Me refiero a esos momentos en los que te sientes orgulloso no solo de tenerles en tu vida, sino sobretodo de darles y ver qué capaces son de hacer qué con lo que reciben.

Esa increíble sensación que te deja sentirte rastro en sus vidas, verles evolucionar y quizás con un poco de tu presencia. Ver que crecen y sentirte parte de cada centímetro que avanzan.
Es impactante verte en tantas personas reflejada, ver que dar una opinión, la sigan o no, ha podido marcar sus vidas y aún así la han tenido en cuenta. Que confíen ya para poder darla y que te escuchen. Que quieran escucharte.
Que les abras los ojos o se los cierres aún más. Y arriesgan, que prueban, que se tiran de cabeza y que si se tuerce, me tengan ahí.
Y qué hay más magnífico que ser una estrella más en la galaxia, pero que todas juntas hagan un paisaje precioso. La Luna sin la tierra no tendría atracción a su gravedad.

domingo, 2 de abril de 2017

Es como mi vida.

Es como mi vida.
Venir una tarde a ver el atardecer, el hecho de coger el coche y venir a su decrecimiento.
Pero escribo, escucho música, atiendo, me evado... Y cada vez que levanto la cabeza queda menos luz.
Hasta que sin darme cuenta se ha puesto el sol.

Que sí, he venido a verlo,
pero no he mirado.
O lo hice intermitentemente.

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Quizás físicamente era eso lo que necesitaba, simplemente venir,
y estar aquí,
aunque me distraiga.

Aunque quiera repetir el día para volver a intentar ver atardecer.

Corre.

Yo no soy una persona que tropiece con la misma piedra dos veces.
Yo soy esa que, sin planearlo, acaba queriéndola tantísimo que se tumba con ella en el suelo. A vivir lo que ella. Como ella, inmóvil y caliente por dentro.

A veces me abraza estando ahí tumbadas, pero sé que no deja de ser una piedra, y quizás el abrazo solo esté en mi mente; pero yo lo siento.

Siempre siento.

No sé si debo regalar cada pedazo vacío de mi a las personas que tengan su contenido, o si intentar rellenar de nuevo todo eso. O quizás dejarlo como está.
Lo que sí sé es que la última opción no la puedo escoger.
Quizás regalarlo sea la mejor opción. Regalo, me desprendo de rincones "vacíos" y encima sea más o menos lo que hay lleno, será un 'completo'. Se supone que todos son ventajas.

Pero claro está, no es un trozo material del que tú puedas disponer, partir ese pedazo como quien parte un trozo de pan y se lo da a alguien. Ahí la complejidad.

Nunca debemos renunciar a lo que nazca de dentro, solo abrir los brazos y sostenerlo, fundirte con él y que explote de realidad.
Guarda tus energías para esa salida explosiva y llegar a meta, que correr en círculos no te hará nunca avanzar.
Y te hace perder, en todos los sentidos.


La cuestión,

¿y qué pasa si explota sin planearlo ni esperarlo? Tú no has previsto esa salida, qué hace tu cuerpo corriendo.
Qué hace.

Qué
hace.

Y es que a veces también va por libre.

Corre gilipollas. Corre, pero hacia el otro lado.

lunes, 20 de marzo de 2017

Constantes vitales.

Creo que todos, a lo largo de nuestra vida, hemos mantenido a personas en "constantes vitales", ya sean acabadas o actualmente en curso.
Tengo varias en curso a las que daría todo, pero siempre hay una que sobresale.
Y mi actual constante es ella. Únicamente ella.

¿Que qué es una constante? Una constante es lo que mantienes a pesar de que todo lo demás se altere. Es lo que no cambia cuando todo a tu al rededor ha dado tantos giros que hasta te has mareado. Es eso que siempre buscarás, a pesar de estar perdida y ni siquiera querer encontrarte y lo que te mantendrá cuando solo haya cuestas.

A pesar de las cuestas, no cambia. A pesar de los cambios, ahí sigue. A pesar de las bombas, de las rabias, de las ausencias, no cambia de posición; siempre el mismo lugar privilegiado.
A pesar de rabiar cada día, de la necesidad de huir y salir de "aquí". De cerrar los ojos y despertarse en otro momento.
Porque sabes que te bajas del mundo, pero de su mano. Y también aprendes que a pesar de que el mundo cambie de órbita, te sonríe.

A pesar de los centímetros, a pesar de las rabias interiores, a pesar de los aviones y de las idas y venidas. 
Porque a pesar de las dudas, no dudo en que eres mi única constante, actual.

viernes, 17 de marzo de 2017

Más que triste, es real.

Todo es cuestión de prioridades;
más aún en este mundo cínico, frío tras una pantalla, "multipersona" y que no se centra en cada momento importante.
Es triste que no exista educación cuando pasamos al táctil, humano; y sigamos con el táctil, del móvil.
Es absurdo que intentemos llenar conversaciones con monosílabos en vez de reflexiones, cariño o simple atención. Tan absurdo como narrar lo que ya sabes.
Conversaciones banales que reciben orden de primer plano, como si lo más importante fuese la superficie.
Hay personas que suelen estar por delante del resto, y esto debe hacerse notar, siempre que quieras hacerle ver a otra persona que lo es; como se supondría que debe ser. Hay muchas formas de (des)cuidar lo que tienes.
A veces basta con frenar, dar y sentir un abrazo, que fluya.
En eso se basa la complicidad, el silencio, la confianza, el conocer y las conexiones eléctricas. Lo más importante.

Saber aceptar las variables es cuestión de cultura, y también hay muchas formas de demostrarla; o no. A su vez, la felicidad también pasa por ella y por compartirla.
Se debe dejar de lado el "yo", y observar. En cuanto uno haga eso, el de enfrente hará de espejo y él pondrá tu "yo". Lo hará en forma de recompensa además, de forma más satisfactoria que tú mismo.
Cuando lo vives, sabes que no todo el mundo llega, que no todo el mundo lo valora, que no todo el mundo sabe verlo; porque no se elige, ni se busca.
Y todo ello sin descuidarnos, sintiendo nuestra propia electricidad.

Al fin y al cabo, podrás conexionar solo si posees electricidad dentro de ti.
Y no todo el mundo sabe conducirla.

lunes, 13 de marzo de 2017

Electricidad.

Las conexiones no siempre son cosa de los cables.
La electricidad nos recorre por dentro, como la corriente alterna de un enchufe. Uno tiene que ser rojo y otro negro.
Así fluye la electricidad.
Y así necesitamos fluir nosotros.

miércoles, 25 de enero de 2017

"El pensamiento circular".

Alguien me dijo una vez que la vida da muchas vueltas.
Y tanto gira hacia un lado, como hacia otro. A veces te quedas boca abajo, otras boca arriba.
Pero cuando te quedas boca abajo tienes que hacer lo imposible por hacer que siga girando antes de que se te vaya la sangre a la cabeza y sea prácticamente imposible. Haced lo imposible por girar, nunca os detengáis ni en la parte de arriba, ni en la de abajo. Es un ciclo y si paráis en algún momento, todo se descompensará.
Así como que hay veces que, simplemente, o dura más o te parece que dura más uno de ellos. O te cuesta más.
A su vez, hay que ser consecuentes con cada acto que realizamos. Cuidado con las salpicaduras, tanto las que haces como las que te manchan. Que las segundas joden más, cuidaos.

Con esto, solo quiero decir que hay que luchar para evitar caer en algunas situaciones, pero que si caes, luches con más fuerza para levantarte.
Aunque no veas hacia dónde.
Aunque no sepas hacia dónde.
Aunque no creas.
Aunque dudes.
Muévete, no te pares nunca más de lo necesario para coger aire. Y sobretodo, sed resolutivos y pensad en vuestro bien.

Aunque sea a ciegas, a sordas, a mudas y a falta de movilidad.

Nadie regala las cosas, no cuentes con nadie más que contigo mismo para seguir. Los demás, que quieran, te acompañarán.
Y los que son luz en tu vida, que sean los primeros.

lunes, 9 de enero de 2017

Fábula rápida.

Quiero contaros la historia de una niña a la que le gustaba mucho correr, concretamente por la calle 1, y de una chica a la que le gustaban los cactus y la calma de la calle 8.

Un día, las dos se encontraban en una pista de atletismo en su entreno diario vital. La niña, no paraba de correr por la calle 1 como ya sabéis, siempre si la buscabas, en su calle estaba corriendo. Adora la velocidad, y su vida es esa curva que coges a doscientos por hora sin miedo ninguno de caerte y derrapar.
A lo que en la calle 8, la más lenta, se encontraba la otra chica. Ésta iba caminando, -casi- trotando, pero no. No tenía prisa.

Un día cualquiera la chica hizo su colecta diaria: recogía cactus por el camino, su calle 8. A algunos les ponía corchos en sus púas, a otros los abrazaba sin más, quizás unos se los guardaba en la mochila... En lo que la niña iba a adelantarla, una vez más, se percató de lo que estaba haciendo la otra chica, y paró en seco. Cogió el ritmo de la chica de la calle 8 y como buena niña, comenzó a observar.
Antes de llegar a la siguiente curva, la niña se pasó a la calle 5 para ver mejor lo que hacía, y no pudo evitar preguntarle: "¿Por qué recoges cactus?" A lo que la chica le respondió: "Me gustan los cactus. Nadie los comprende, pero también son seres vivos".
Así mismo, la niña, como era normal, no dejaba de preguntar: ”¿Y por qué los abrazas, si pinchan y hacen daño?". Y con una sonrisa, la chica respondió: "Los abrazo porque casi nadie lo hace ni saben lo que pueden llegar a aportarles realmente, y si pinchan, les cubro sus púas para poder hacerlo. Son un regalo que muchos suelo llevarme conmigo".
La niña se quedó en silencio observando y caminando al paso de la otra chica, unos centímetros más atrás, por esa calle 5.
La chica, que se percató de los días que llevaba observándola esa niña curiosa y sorprendiéndose de su repentino cambio de ritmo, se giró para decirle: "¿Quieres que te enseñe cómo hago para poder abrazar a los cactus? No es fácil, pero te aseguro que es una experiencia única". La niña asintió con la cabeza y le dijo en silencio que a cambio, ella seguiría su ritmo y la abrazaría curándole, como si ella misma fuese un cactus de aloe vera.

Así pues, la chica pasó también a caminar por la calle 5, y tuvo que aligerar un poco el paso. La 5 es casi intermedia de velocidad entre la 1 y la 8. Se puso al lado de la niña y comenzó a explicarle todo tal y como lo hacía.

Desde entonces y en cada final de entreno (y solo se paraba para dormir), la niña abrazaba fuerte a la chica, y viceversa, noche tras noche; y la llenaba de besos y anécdotas de sus carreras diarias.

Al final, resultó que aunque cada persona corra a un ritmo diferente, la pista de atletismo sigue siendo la misma y es inevitable que se crucen la calle 1 y la 8. Aunque sea de lejos.