miércoles, 25 de enero de 2017

"El pensamiento circular".

Alguien me dijo una vez que la vida da muchas vueltas.
Y tanto gira hacia un lado, como hacia otro. A veces te quedas boca abajo, otras boca arriba.
Pero cuando te quedas boca abajo tienes que hacer lo imposible por hacer que siga girando antes de que se te vaya la sangre a la cabeza y sea prácticamente imposible. Haced lo imposible por girar, nunca os detengáis ni en la parte de arriba, ni en la de abajo. Es un ciclo y si paráis en algún momento, todo se descompensará.
Así como que hay veces que, simplemente, o dura más o te parece que dura más uno de ellos. O te cuesta más.
A su vez, hay que ser consecuentes con cada acto que realizamos. Cuidado con las salpicaduras, tanto las que haces como las que te manchan. Que las segundas joden más, cuidaos.

Con esto, solo quiero decir que hay que luchar para evitar caer en algunas situaciones, pero que si caes, luches con más fuerza para levantarte.
Aunque no veas hacia dónde.
Aunque no sepas hacia dónde.
Aunque no creas.
Aunque dudes.
Muévete, no te pares nunca más de lo necesario para coger aire. Y sobretodo, sed resolutivos y pensad en vuestro bien.

Aunque sea a ciegas, a sordas, a mudas y a falta de movilidad.

Nadie regala las cosas, no cuentes con nadie más que contigo mismo para seguir. Los demás, que quieran, te acompañarán.
Y los que son luz en tu vida, que sean los primeros.

lunes, 9 de enero de 2017

Fábula rápida.

Quiero contaros la historia de una niña a la que le gustaba mucho correr, concretamente por la calle 1, y de una chica a la que le gustaban los cactus y la calma de la calle 8.

Un día, las dos se encontraban en una pista de atletismo en su entreno diario vital. La niña, no paraba de correr por la calle 1 como ya sabéis, siempre si la buscabas, en su calle estaba corriendo. Adora la velocidad, y su vida es esa curva que coges a doscientos por hora sin miedo ninguno de caerte y derrapar.
A lo que en la calle 8, la más lenta, se encontraba la otra chica. Ésta iba caminando, -casi- trotando, pero no. No tenía prisa.

Un día cualquiera la chica hizo su colecta diaria: recogía cactus por el camino, su calle 8. A algunos les ponía corchos en sus púas, a otros los abrazaba sin más, quizás unos se los guardaba en la mochila... En lo que la niña iba a adelantarla, una vez más, se percató de lo que estaba haciendo la otra chica, y paró en seco. Cogió el ritmo de la chica de la calle 8 y como buena niña, comenzó a observar.
Antes de llegar a la siguiente curva, la niña se pasó a la calle 5 para ver mejor lo que hacía, y no pudo evitar preguntarle: "¿Por qué recoges cactus?" A lo que la chica le respondió: "Me gustan los cactus. Nadie los comprende, pero también son seres vivos".
Así mismo, la niña, como era normal, no dejaba de preguntar: ”¿Y por qué los abrazas, si pinchan y hacen daño?". Y con una sonrisa, la chica respondió: "Los abrazo porque casi nadie lo hace ni saben lo que pueden llegar a aportarles realmente, y si pinchan, les cubro sus púas para poder hacerlo. Son un regalo que muchos suelo llevarme conmigo".
La niña se quedó en silencio observando y caminando al paso de la otra chica, unos centímetros más atrás, por esa calle 5.
La chica, que se percató de los días que llevaba observándola esa niña curiosa y sorprendiéndose de su repentino cambio de ritmo, se giró para decirle: "¿Quieres que te enseñe cómo hago para poder abrazar a los cactus? No es fácil, pero te aseguro que es una experiencia única". La niña asintió con la cabeza y le dijo en silencio que a cambio, ella seguiría su ritmo y la abrazaría curándole, como si ella misma fuese un cactus de aloe vera.

Así pues, la chica pasó también a caminar por la calle 5, y tuvo que aligerar un poco el paso. La 5 es casi intermedia de velocidad entre la 1 y la 8. Se puso al lado de la niña y comenzó a explicarle todo tal y como lo hacía.

Desde entonces y en cada final de entreno (y solo se paraba para dormir), la niña abrazaba fuerte a la chica, y viceversa, noche tras noche; y la llenaba de besos y anécdotas de sus carreras diarias.

Al final, resultó que aunque cada persona corra a un ritmo diferente, la pista de atletismo sigue siendo la misma y es inevitable que se crucen la calle 1 y la 8. Aunque sea de lejos.