Dicen que en el círculo de la vida suelen repetirse muchas cosas que ya te sucedieron, así como que un simple movimiento, cambia la posición, la estrategia y el juego de todo el tablero.
Así pues, o juegas bien tus movimientos, o tras cada movimiento, abres los ojos al nuevo mundo que se te ha dado paso.
Así como la vida es un tablero, y los peones nuestras acciones movidas por una mano; la nuestra.
Hay personas que juegan a ser Dios y otras que juegan a perder, y lo mismo que unas caen otras suben, y viceversa. Pero aquí se viene simplemente a jugar, y a disfrutar del juego, ¿no? Todo es pasajero.
El juego y la vida.
Y en el juego te encuentras a jugadores... Magníficos, que te dan la vida. Así como otros que te la quitan, te la pisan, te la hunden, te la destrozan o se ríen de ella. Pero aún sin ver la salida, la hay.
Vidas que se separan y reflejan en sus trozos de cristal tus sonrisas y tus lágrimas pasadas.
Y te das cuenta que reír te une a ellas.
Y te une mejor que cualquier medicina.
Unidas a mi corazón, sabiendo diferenciar los que se divierten, y los que juegan un papel (aunque muchas veces me equivoque), se unen a mi alma con brillo y luz.
Y si en tus días intentas sacar lo malo para curarlo, aquí está lo bueno. Esta es la parte buena, ellos son la parte buena. Sus momentos son la parte buena, sus risas, sus corazones.
Si se te hace un nudo en la garganta, persíguelos. Y si los días terminan por pura física, vuelve a buscarlos.
Por muy tempranas que puedan parecer unas palabras, creces y sabes que, si las dices, es porque son reales.
Y las mías, son reales.
No os alejéis, no os vayáis nunca de mi lado. Venga lo que venga.
Que yo, no me iré del vuestro.
Del tuyo.
Corazón de oro, eterna.